sábado, 18 de mayo de 2013

El espejo


Delante del espejo repasaba su vida, con el pensamiento, sin mentar palabra. Cuando niño, cuando adolescente, cuando joven, en plena madurez..., pasando por todas las etapas de su vida, llegando al momento actual; y éste, en agradecimiento a su confidencia,  como cortesía, reflejaba su rostro tal cual era en esas etapas de su vida.

El espejo incapaz de discernir entre lo apropiado e inapropiado, llegado el momento presente, reflejó una fría palidez con un rostro decrépito que le hizo pensar en un futuro previsible y no muy lejano. 

No le gustó nada y lo rompió.

domingo, 17 de marzo de 2013

Las desventuras de Zacarías en el oeste: El duelo




            El salón estaba repleto, el whisky saciaba bocas sedientas de alcohol, en algunas mesas jugaban al póquer, desde alguna otra se escuchaba los resoplidos de quienes fueron vencidos por los efectos de ese brebaje endemoniado y desde el rincón se escuchaba las alegres melodías que emanaban del viejo piano tecleado por el eterno Matías, que aprendió a aporrearlo cuando de joven anduvo en una compañía de teatro. Cuando Zac entró en el salón enrarecido de una espesa neblina que los cigarros puros  habían impregnado con sus volutas, nadie se percató de su presencia.

Una hora antes Zac, estuvo limpiando el revolver que su padre le regaló antes de morir y con el cual mandó al infierno a más de uno, según le escuchó contar de pequeño en aquellas largas noches delante la chimenea. El mismo revolver que ahora Zac quería empuñar, por primera vez,  para enviar a ese mismo infierno a su peor enemigo. Pensaba hacerlo delante de todos para mayor humillación y ganarse el respeto de los allí presentes. Zac, siempre fue blanco de burlas y menosprecios, en especial por todo aquel individuo cuyo valor residía en la flojera de su índice cuando empuñaban su colt. Hoy todo iba a cambiar y se ganaría el respeto de toda la población.

Nadie se percató de su presencia. Fue Matías, el pianista, el primero que reparó en él, de pié en el medio del salón lanzando miradas amenazantes a su alrededor, sin duda, buscando a su víctima. Perplejo al ver su semblante, dejó de tocar el piano y adivinando las intenciones fue a su encuentro tratando de convencerle de que ese no era el momento de hacer aquello a lo que había venido a hacer.

El bueno de Matías no logró el propósito, Zac estaba fuera de sí vociferando de tal manera que logró el silencio del salón, mientras lanzaba miradas agresivas de un lado a otro:

¿Dónde estás, rata inmunda?,...¡no te escondas desgraciado!

Algunos, temerosos, salieron del local espantados, no querían estar en medio cuando el fatídico momento llegase. Otros, los que le consideraban un chiflado, pensaron que se trataba de una más de sus alocadas desventuras y, por supuesto, convencidos de que no se iba a atrever a empuñar el arma, es más, daban por hecho que estaría descargada, permanecieron en sus lugares sin apenas prestar atención, bebiendo y aspirando el humo de los cigarros.

De repente se quedó mirando el gran espejo que colgaba detrás del mostrador y..., vio reflejado en él  el rostro de aquel a quien vino a buscar y a terminar con su vida:

¡Por fin te encuentro...!, ve rezando porque tu paso por este mundo llega a su final, vas a dejar de hacer daño y a segar más vidas…Todos te temen, mas yo no, haré justicia porque no te tengo miedo. ¡Desenfunda..., cobarde!.

           Matías se acercó tratando de  disuadirle, para que no cometiera una locura, pero éste lo apartó de un manotazo. Los que aún estaban apoyados en la barra y, viendo que la cosa iba en serio, se apartaron presurosos, por lo que pudiera suceder.  

Zac, se ajustó el sombrero sobre la cabeza, echó a un lado la chaqueta de piel que llevaba, la misma que usó su padre en vida, dejando al descubierto la cartuchera con su revolver. El silencio fue absoluto, la gente comenzó a abandonar el salón, y de repente, los dos desenfundaron a la vez. Varios disparos sonaron, cayendo al suelo las esquirlas de cristal del espejo y de algunas de las botellas que había en las estanterías.

¡Descansa en paz!. Se ha hecho justicia.

Salió del local y dirigiéndose hacia los que se arremolinaban expectantes en la calle:

Ya podéis vivir tranquilos, ese mal nacido no volverá a molestaros. 

Marchó  caminando con andar pausado y mientras se alejaba, Matías salió a la calle observándolo lastimosamente:

        Pobre Zacarías,... ¡esta vez nos ha dado un buen susto!. Habrá que colocar un nuevo espejo, y esperemos que esta vez dure más tiempo, o mejor, en lugar de espejo deberíamos poner un buen cuadro para que, llegado el caso,  no pueda verse reflejado en él.

lunes, 4 de marzo de 2013

Sangre de nuestra sangre

Este blog dice que pretende jugar con las palabras y plasmar lo que de su combinación surja. 
Por primera vez he tratado de hacer algo acorde con ese encabezado. Para ello, en una hoja de cálculo he dispuesto dos columnas una con unos números y otra con palabras sacadas de las páginas de un libro (El mundo), de forma aleatoria. Después mediante un filtrado he sacado del total de palabras las siguientes:

Redondas, se, debe, rostro, madre, frontera, protagonista, visualicé, cenizas, condición, cien.

De la combinación de ellas ha nacido éste microrrelato que he titulado "Sangre de nuestra sangre"

"En el rostro de la madre visualicé cien expresiones distintas cuando le entregaron las cenizas dentro de una urna. De regreso, cruzada ya la frontera, fui protagonista silencioso de las últimas palabras dedicadas a su difunto hijo:

-Se debe honrar la memoria de todo aquel que sea sangre de nuestra sangre, aunque su vida haya discurrido por caminos equivocados.  Ello nos hace también culpables, en el fondo somos responsables por no haber sabido encauzarla  convenientemente-

Nos detuvimos en un terraplén junto a la carretera y lanzó las cenizas al viento. Ahora sí era libre, en vida malentendió la libertad siendo esclavo de sus desatinos.
Mucho la había hecho sufrir pero, su condición de católica practicante, la indujo a perdonarle, y pidió perdón en su nombre a aquellos que fueron objeto de sus ultrajes.
Unas lágrimas deslizándose por su cara se precipitaron sobre la tierra, como si tal redondas gotas de agua quisieran ayudar a germinar una nueva vida."




sábado, 2 de marzo de 2013

Treinta mil jabalís, ochenta mil cuervos




Treinta mil jabalís corrían hacia mi, cada vez estaban más cerca y no hallaba lugar alguno para resguardarme.
Ochenta mil cuervos volaban sobre mi cabeza, cada vez sentía su graznido y el zumbido de sus alas más cerca de mi pescuezo, y no había lugar alguno para cobijarme.
Pensé que soñaba, pero ¿en qué sueño pueden caber treinta mil jabalís y ochenta mil cuervos?, en ninguno, mi cabeza no es tan grande. La pregunta en sí ya descarta el hecho mismo de soñar.
¡Qué angustia!, ¿quién me va a salvar del feroz ataque?
¿Quién tiene la respuesta?,...

viernes, 22 de febrero de 2013

El pacto



 Se cruzaron en el portal, se miraron de soslayo sin cruzarse un –buenos días-. El que bajaba lo reconoció, el que subía encontró su rostro familiar.
La mujer observaba el exterior a través de la ventana sintiendo la tentación de encender un cigarro, ello le calmaría los nervios.
Él apenas pasaba tiempo en casa, ella se sentía muy sola y necesitaba compañía, no podría ocultárselo por mucho tiempo. Tenía que contárselo y no sabía cómo empezar, daba por hecho que se enfadaría pero a estas alturas le importaba poco.
Apenas hubo entrado en la vivienda, se iluminó, había identificado al hombre que se cruzó momentos antes y sin dar opción:

-¿qué ha venido a hacer ese aquí?
-¡perdóname...!, le llamé yo
-¿no me habrás traicionado?
-¡entiéndeme!, no quiero que te enfades, paso mucho tiempo sola,... compréndelo...
-teníamos un pacto,... y lo has roto
-lo siento mucho pero ahora es tarde, estoy decidida y me importa poco que lo aceptes o no. Mañana volverá, y acompañado, y se quedará, no hay más que hablar.
-está bien...,¿lo vas a querer más que a mi?
-¡no seas tonto!, solo se trata de un perro, seguro que te encariñas con él. Un westy muy guapo, y nos lo regala. Seguro que lo vas a querer. 

martes, 29 de enero de 2013

La tarta


            El horno de Juan quiso agradecer al chef del restaurante la confianza que en ellos había depositado, y se le ocurrió regalar una tarta para todos los empleados del restaurante.

           El chef agradecido la repartió a pequeños pedazos entre todos, un pedazo mayor para el dueño y se reservó una parte para su familia. No en vano el detalle se debía a su persona, era quien encargaba el suministro de pan, bollería y pastelería;  y bien podía hacerlo a cualquier otro horno, pero lo hacía al de Juan, y éste le estaba agradecido. Se la llevó a casa disfrutando de ella su mujer e hijos.

El dueño del restaurante cuando se enteró le recriminó que se quedara con la mayor parte, recordándole que, al fin y al cabo, el dueño era él, motivo suficiente para que la tarta quedara en su local y fuera él quien dispusiese de ella a su libre albedrío. El chef dijo que no volvería a suceder, a partir de entonces él dispondría de la tarta  repartiéndola según su criterio.

El chef habló con Juan y le dijo que cuando les volviera a regalar una tarta, debía llevar dos. Una para el dueño y otra para él, pero con discreción.

Llegado ese momento, y posteriores, el dueño del restaurante repartía la tarta entre todos los empleados, chef incluido, reservándose para él las mayores porciones. Todos quedaron contentos, más el chef, quien además se llevaba una entera para él solo, y el horno de Juan siguió surtiendo al restaurante el pan, bollería y la pastelería, por muchos años.



domingo, 20 de enero de 2013

¡Si tuviera que volver a nacer!



    Teresa, octogenaria en la sala pre-operatoria, se lamentaba de su desdichada vida. A los nueve años la pusieron a cuidar un niño, solo fue un año a la escuela, apenas sabía leer y escribir. Pasó hambre, trabajó toda la vida y cuidó de un marido muchos años enfermo, ahora con su pensión ayudaba a la familia de su hijo. 
    Las desgracias tienen muchas caras, la joven enfermera, alegre y positiva, trató de consolarla cuando le dijo que su marido murió en sus brazos, pero había que seguir adelante con optimismo. Teresa la compadeció y trató de animarla. De todas formas, dijo, si tuviera que volver a nacer y llevar la misma vida que hasta ahora, elegiría no nacer.

martes, 8 de enero de 2013

La Materia



El cuerpo pegado a la pared del patio del colegio, conteniendo la respiración y los movimientos innecesarios, en ayuda del esfínter anal para no dejar transitar la materia, mientras mis compañeros jugaban sin tregua. Don Amador, el bedel, tenía malas pulgas y en la hora del patio no permitía que nadie saliese de él, ni para ir a los retretes. Por el miedo a ganarme un coscorrón, decidí permanecer inmóvil tragando hacia dentro intentando que la materia no osara salir, hasta terminar el recreo y poder ir a los lavabos para aliviarme los retortijones. La presión pudo más y lo inevitable sucedió.
Me mandaron a casa tal cual estaba. No hace falta mucha imaginación para describir la situación; la materia se deslizaba entre la pierna y el pantalón, llegando hasta los zapatos. Por la calle, cartera en mano balanceándola como a modo de juego, tratando de disimular lo evidente y de mantener la mente ocupada en algo distinto, evitando pensar en la probable reacción de mi madre.
Mi madre me recibió, no con los brazos abiertos, estupefacta ante el panorama. Confundida no sabía si regañarme, darme un  azote o qué decir. Es una de estas situaciones en las que no sabes con certeza como reaccionar, porque culpa había por mi parte ante una situación que no tenía que haberse producido y culpa también por la rigidez del sistema educativo basado un poco en la represión y en el sentido de la autoridad que era inquebrantable.
Al final de todo me vi sentado encima de una gran caja de madera, una de cuando mi abuelo tenía su fábrica de jabón, con mi madre limpiándome de cintura para bajo mientras que por su boca salían sapos y culebras.