martes, 29 de enero de 2013

La tarta


            El horno de Juan quiso agradecer al chef del restaurante la confianza que en ellos había depositado, y se le ocurrió regalar una tarta para todos los empleados del restaurante.

           El chef agradecido la repartió a pequeños pedazos entre todos, un pedazo mayor para el dueño y se reservó una parte para su familia. No en vano el detalle se debía a su persona, era quien encargaba el suministro de pan, bollería y pastelería;  y bien podía hacerlo a cualquier otro horno, pero lo hacía al de Juan, y éste le estaba agradecido. Se la llevó a casa disfrutando de ella su mujer e hijos.

El dueño del restaurante cuando se enteró le recriminó que se quedara con la mayor parte, recordándole que, al fin y al cabo, el dueño era él, motivo suficiente para que la tarta quedara en su local y fuera él quien dispusiese de ella a su libre albedrío. El chef dijo que no volvería a suceder, a partir de entonces él dispondría de la tarta  repartiéndola según su criterio.

El chef habló con Juan y le dijo que cuando les volviera a regalar una tarta, debía llevar dos. Una para el dueño y otra para él, pero con discreción.

Llegado ese momento, y posteriores, el dueño del restaurante repartía la tarta entre todos los empleados, chef incluido, reservándose para él las mayores porciones. Todos quedaron contentos, más el chef, quien además se llevaba una entera para él solo, y el horno de Juan siguió surtiendo al restaurante el pan, bollería y la pastelería, por muchos años.



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