Treinta mil jabalís corrían hacia mi, cada vez estaban más
cerca y no hallaba lugar alguno para resguardarme.
Ochenta mil cuervos volaban sobre
mi cabeza, cada vez sentía su graznido y el zumbido de sus alas más cerca de mi
pescuezo, y no había lugar alguno para cobijarme.
Pensé que soñaba, pero ¿en qué
sueño pueden caber treinta mil jabalís y ochenta mil cuervos?, en ninguno, mi
cabeza no es tan grande. La pregunta en sí ya descarta el hecho mismo de soñar.
¡Qué angustia!, ¿quién me va a
salvar del feroz ataque?
¿Quién tiene la respuesta?,...
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