Noble como cual caballero de
estirpe y linaje que, a buen seguro Don Quijote, de no existir molinos de
viento, confundiría con gigantes a vencer. Tus brazos no son aspas, son gruesas
ramas pobladas de puntiagudas y aserradas hojas que llegado el otoño cumple esa
otra noble labor de alimentar el suelo del cual recuperas su esencia para
seguir tu longevo paso por este mundo.
Ajeno a los acontecimientos, y con la única preocupación
de sobrevivir a aquella que te ha dado la vida, la propia naturaleza, no eres conscientes de esa otra mano que también te la puede quitar. Las caprichosas
formas de tu corteza son fiel reflejo de la moldehabilidad de tu intrínseca
materia y eres ansiado para satisfacer otros menesteres.
No hay como encaminar los pasos
buscando el amparo de tu frondosa sombra y acariciar la suave rugosidad de tus
jóvenes ejemplares, y observar esos contornos que parecen moldeados por divino
artista con tus formas asurcadas que
denotan el paso de los años, como muestra inexorable de que al correr del
tiempo nadie escapa.
Pero si por algo eres apreciado es por tu delicioso fruto cuyo nacimiento, ...imprescindible, debía tener algo de especial. Como tesoro custodiado en particular baúl, protegido por un ejército de puntiagudas agujas que forman esos erizos verdosos, con la finalidad de preservarte de invasiones extrañas, como corazas protectoras. Y, como un grande, tu revestimiento, por si solo da reconocimiento a característico color. ¿Qué más se puede pedir?
¡Más aún...!, si añadimos al
placer de caminar bajo tu amparo contemplando tu extraña belleza, tu majestuosidad, deleitándonos del frescor que emanas, de las distintas
tonalidades de colores y olores que se entremezclan, del sonido de tus ramas
cuando tus hojas son acariciadas por el viento; y que, además de ser un gozo
para nuestros sentidos, has sido dotado de especiales propiedades capaces no
solo de satisfacer nuestro espíritu, sino también nuestro cuerpo.
Castaño grisáceo, castaño pardo,
pareces mimetizarte con ese fiero animal con el que compartes apellido y que en
su lucha por la subsistencia pones a su disposición tu fruto como de fuente de
vida.
Castaño que a pesar de soportar duros inviernos y
adversos fenómenos naturales, aún cuando tu ocaso haya llegado, sabes lucir y
dejar constancia de que tu paso por este mundo no ha sido en vano. Simplemente
por ello, acepta como homenaje éste humilde reconocimiento.