lunes, 5 de noviembre de 2012

Dos extraños

Permítame que le ofrezca una copa de vino.
¡Lo siento, no bebo!.
¿Un cigarro puro?
¡Lo siento, no fumo!.
Me gustaría agasajarle con algo que sea de su agrado.
No tiene por qué molestarse.
Solo pasaba por aquí y me apeteció entrar a saludarle.
De lo que le estoy tremendamente agradecido.
¿Me permite una pregunta?
Ya la está haciendo,... le permito una segunda.
Verdad... ¿Nos conocemos de algo?
Si. Paso todos los días delante de su puerta y le veo ahí siempre igual, sentado, junto a la ventana; y me pregunto -¿en qué empleará el tiempo?-.
En nada, solo observo el ir y venir de los transeuntes.
Yo también me he fijado en usted. Lo veo pasar todos los días por delante de mi casa y, también me pregunto -¿a dónde irá  todos los días?
¡A ninguna parte!..., ¿Por qué no me acompaña?
¡Que más quisiera!. Esta silla me tiene esclavizado, pero puede visitarme cuando lo desee. Siempre me verá de éste lado de la ventana.
Le tomo la palabra.
Y siguió su camino.



No hay comentarios:

Publicar un comentario